MÚSICA CLÁSICA
Pues nada, aquí estamos, con la música clásica (neoclásica) propiamente dicha. Nos metemos de lleno en la época de Mozart (padre e hijo, sí, sí, el padre también hizo cosas chulas), de Haydn, de Cherubini, Salieri, un par de hijos de Bach… y bueno, según algunos, Beethoven, pero realmente este último está más vinculado casi al Romanticismo que al Clasicismo, es una figura de transición.
Realmente la época de la música clásica es muy corta, y sin embargo, determinantísima para todo lo que vendría después. Si el Renacimiento fue la época de la revolución de la música, sin el Clasicismo no podríamos entender el Romanticismo, y no tendríamos la música que tenemos hoy.
Como ya sabrás, el Clasicismo (o Neoclasicismo cuando se quiere diferenciar del mundo clásico) es lo que coincide con la Ilustración. La nobleza ilustrada, el “todo para el pueblo pero sin el pueblo”, Voltaire, Rousseau, la decapitación de Luis XVI… Es la época del equilibrio, de la vuelta a la pureza del Renacimiento, a la sobriedad, al dejarse de florituras y exceso de ornamentaciones barrocas.

El Barroco y el Clasicismo comparados a través del estilo arquitectónico de dos iglesias de Zaragoza (por ejemplo). La de Santa Isabel de Portugal (barroca, izda.) y la de Monte Torrero (clásica, derecha). Se ve que una vuelve a imitar el estilo clásico, tratando de guardar las proporciones clásicas; mientras que en la barroca tienen más importancia las ornamentaciones sobre las proporciones.
Luego veremos que el Romanticismo, al revés, es la vuelta y el redescubrimiento del Barroco. Sí, los ciclos y las vueltas al pasado no son sólo monopolio de la moda.
¿Cuáles son las características de esta época?
Bueno, se pierde el estilo concertato y también el bajo continuo en las composiciones. Puedes escuchar una misa, y verás que ya no tienen bajo continuo. Lo ves por ejemplo en el tercer movimiento de la Sinfonía 40 en Sol Menor de Mozart. Lo mismo en los conciertos, o en las óperas o en las misas, que ahora tampoco tienen bajo continuo.
Ah, los instrumentos evolucionan y nace el que será el instrumento rey de la época que seguirá al Clasicismo (el Romanticismo). Hablamos del piano, aunque en esta época es más conocido como “pianoforte”, y viene a sustituir al clavecín. El pianoforte no es como los pianos modernos que conocemos hoy en día. Nada de un Steinway & Sons. Todavía eran unos pianos más bien pequeñitos, y si bien su sonido ya no era el de un clavecín, tampoco tenía la resonancia de un piano actual. Si tienes la suerte de ver alguno del siglo XVIII, que sepas que estás ante una joyita.

Pianoforte Erard de 1781. Las decoraciones siguen recordando a las de un clavecín, pero obviamente no es un piano como conocemos hoy en día.
Y las orquestas, en general, crecen. Si en el Barroco las orquestas eran siempre de un reducido tamaño (no solían tener más de 16 ó 20 músicos), en esta época ya empiezan a tener más intérpretes. Eso sí, no llegan a tener el tamaño de una orquesta filarmónica (o sinfónica, es lo mismo) que conocemos hoy, con un centenar de músicos. Eso es consecuencia del Romanticismo.
En lo musical el epicentro de esta época se sitúa en Austria. Naturalmente, por Mozart, pero también por Haydn, que precede a Mozart (por decirlo de alguna manera). El estilo de Mozart es un poco más alegre, más heredero del estilo italiano, el de Haydn es un poco más sobrio.
En la música sacra hay grandes composiciones. Pero en esta época continúan proliferando las composiciones profanas y se empieza a componer mucha más música para el recreo de las clases acomodadas, para sus fiestas. Desde luego ya no es música para el recreo de cortesanos únicamente, como ocurriera por ejemplo en el Renacimiento, que los reyes (como Carlos V) se llevaban de un lado a otro sus coros y orquestas y fanfarrias cuando viajaban de Holanda a España. A las clases burguesas les empieza a gustar también ir más al teatro a escuchar conciertos, óperas y operetas. Se componer música más ligera y más despreocupada (acorde a la demanda).
Las óperas, que pierden la temática más solemne (ya no son “Orfeo” o “Dido y Eneas”) y se centran en temas más corrientes, como por ejemplo “Così fan Tutte” (“Así hacen todas”, de Mozart) o “Figaro”. Hay también avances en la ópera, como que por ejemplo Mozart se atreve a romper la regla de que sean todas siempre en italiano, lanzándose a hacer una opereta en alemán, “La Flauta Mágica” (como por ejemplo en este aria para tenor). Por cierto, la diferencia entre una ópera y una opereta es que la ópera suele tratar temas más trágicos y dura más, mientras que la opereta dura menos y es más ligera.
Ah, y nacen las sinfonías. Los conciertos tienen 3 movimientos, son para orquesta y un instrumento solista. Las sinfonías tienen 4 movimientos, y son para orquesta entera (al menos en esta época). No hay solista.
Y bueno, realmente todos los ejemplos que estoy poniendo aquí son de Mozart. Hay muchos más, pero realmente se conoce tanto a Mozart y a su genio creador (se dice que sus partituras están escritas de una sola vez, sin un titubeo, como si la música le viniera dada o dictada por los dioses) que por eso me he querido centrar en él. Hasta que ya, después de unos cuantos años, aparece otro señor de por medio, un alemán con cara de gruñón y pocos amigos, que es todo lo contrario: sus partituras están llenas de tachaduras y correcciones. Sí, hablo de Beethoven.
Hay que mencionarle en el Clasicismo. Sus obras más jóvenes sí pueden englobarse más en este estilo. Pero sin embargo, sus sinfonías, o sus sonatas para piano… No pueden englobarse dentro de lo Clásico. Beethoven rompe porque marca un estilo propio él solo. Podríamos afirmar sin ningún miedo que él inaugura un nuevo estilo de composición. Su sonata para piano Claro de Luna ya no va en busca del equilibrio y de la pureza de los sonidos. Sin duda, esta sonata te sume directamente en un estado mental nuevo. Diferente. Intenta llegar directamente a tus sentimientos, y deja de ser “música” por el mero hecho de ser música.
Vamos a hacer otro ejercicio. Comparemos por ejemplo la Sonata de Piano nº48 en Do de Haydn (principios del Clasicismo, ya no se ven tantos ornamentos) con la sonata “Claro de Luna” de Beethoven. Ves la diferencia, ¿a que sí?
Pues eso, que con Beethoven ya estamos listos para avanzar un poquito más, ¿no? ¡A estas alturas ya estás de vuelta de todo!
Viene de | Introducción a la música del Barroco
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Como siempre, fantástico post.
¡Muchas gracias, Pedro! Tus comentarios me motivan un montón ;)
Muchísimas gracias, Pedro ;)
Muchas gracias, gracias a ti he podido entender mucho mejor el Neoclasicismo, sigue asi ;D